Leyenda de la Calle de las Embarazadas Fantasma

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Cuando la ciudad de Hermosillo comenzó a poblarse una de las primeras construcciones fue un convento ubicado sobre la conocida calle Serdán. Las monjas que llegaron ahí eran muy buenas con las mujeres que se embarazaban antes del matrimonio o a las que su novio abandonaba y no se hacía cargo de ellas. Las monjas les daban un nuevo hogar, una cama donde dormir y cada día las procuraban con cuidados para su embarazo.

Algunas de estas mujeres embarazadas quedaban tan agradecidas que tomaban la decisión de convertirse en monjas. Pero otras solamente se quedaban ahí hasta tener a su bebé y después desaparecían. Nadie volvía a saber de estas mujeres y muchos decían que habían dejado el pueblo por la vergüenza de su embarazo.

Con el paso de los años el convento tuvo que ser remodelado, así que se tiraron varias paredes gruesas y que parecían estar huecas. Pero los encargados de la remodelación hicieron un macabro descubrimiento en el interior de cada muro. Había huesos de mujeres y niños que parecían recién nacidos. Así se descubrió que las monjas no solían ser tan buenas con las mujeres embarazadas, les quitaban a sus pequeños y los emparedaban porque no eran hijos de Dios.

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Además, cuando una mujer se negaba a ser monja como ellas después de dar a luz también tenía el mismo fin que su pequeño bebé. Y las que morían durante el parto también eran sepultadas entre las paredes del convento. Las monjas ocultaban todo esto porque querían acabar con esas mujeres que salían embarazadas fuera del matrimonio.

Desde entonces, las personas que viven cerca de la calle Serdán no salen de noche y evitan hacerlo a menos que sea realmente necesario. Esto debido a que pueden verse a mujeres embarazadas flotando en el aire y gritando de dolor. Además también se pueden escuchar los llantos de los pequeños bebés que fueron asesinados por las malvadas monjas.